jueves, 2 de febrero de 2012

El tiempo de los hacktivistas: soporte técnico contra la censura global (Hacktivismo versión 1)

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El escándalo ocasionado por Wikileaks y la oleada de información filtrada de documentos secretos y diplomáticos de los Estados Unidos puso bajo la lente a un movimiento que se viene gestando desde hace décadas, pero que en los últimos tiempos ha tomado más notoriedad que nunca: el hacktivismo. Son irritantes para los gobiernos y las companías de seguridad, pero estos paladines del siglo XXI prometen proteger el histórico y fundamental principio ético de su doctrina: abrir los caminos para permitir el libre tráfico de información y de ideas en países censuradores, aunque eso signifique irrumpir en sitios web gubernamentales de manera ilegal.
“Estamos viviendo tiempos donde nos damos cuenta de que el sistema no nos sirve a nosotros, sino que a sí mismo; tiempos de transformación, donde el Estado y las corporaciones conforman un perfecto matrimonio y la democracia no es más que una ilusión”, asegura Birgitta Jonsdottir, miembro del parlamento de Islandia y conocida por ser la co-productora de Collateral Murder (Asesinato Colateral), el video lanzado por Wikileaks donde se puede ver a soldados estadounidenses disparando contra civiles en Bagdad. Para la islandesa, los hacktivistas aplican una presión sobre los políticos y la prensa “para mantenerlos honestos en tiempos de engaños universales, donde los medios son débiles y vulnerables.”
La presión es justificada. Es sabido que el derrocamiento de los gobiernos de Egipto y Túnez fueron a causa de revoluciones promovidas a través de redes sociales, por eso, las autoridades de China han intensificado una suerte de autoritarismo en red que vigila a los usuarios de la web y que pretende eludir un posible levantamiento en contra del régimen. Ese sistema, sin embargo, rige desde el 2002, cuando el gobierno chino decidió impedir el acceso a Google, para restringir el acceso a sitios occidentales o de grupos disidentes.
Ahora bien, ¿cuál es el rol de los hacktivistas en hacer realidad a la democracia ilusiva a la que se refiere Jonsdottir? Según el profesor de filosofía de Northwestern University y autor de libros y ensayos sobre ciberactivismo, Peter Ludlow, su función es, primordialmente, atraer la atención a los asuntos importantes, de la manera en que una protesta no podría hacerlo. “Es difícil pensar en el hacktivismo como una sola entidad organizada, creo que hay límites a lo que puede lograr por sí mismo, pero ligados a una causa genuina y a un grupo motivado puede resultar ser un factor acelerante y traer el cambio con menos riesgos para los protestantes, al ayudarles a proteger sus identidades”, afirma el filósofo.
En ese sentido, es necesario destacar a un grupo de hacktivistas diferenciado de los de más alto perfil (Anonymous y LulzSec, cuyos ataques más famosos fueron los hackeos a Visa, MasterCard, PayPal o incluso a la CIA), conformado por organizaciones como Telecomix, Telex o FreeNet Project. Cientos de jóvenes –en su mayoría- de distintos lugares, comprometidos en aplicar sus conocimientos informáticos a causas políticas.
En países como Siria o Egipto, el objetivo de estos grupos ha sido proveer a los ciudadanos con conexiones a internet para mantenerlos comunicados y enterados de lo que pasa dentro de su país durante la Primavera Árabe. Además, brindan softwares que protegen  a la gente de ser rastreada y torturada como castigo. FreeNet China, incluso, ha utilizado su alcance para diseminar los Documentos de Tiananmen, una transcripción de las reuniones en 1989 de los líderes chinos sobre las protestas de estudiantes que terminaron en tragedia debido a las represiones por parte del Partido Comunista.
Pero toda fuerza tiene su oposición. Peter Wood, fundador de la empresa de seguridad informática First Base Technologies y hacker de sombrero blanco -es decir que recibe una paga por parte de companías para simular ataques críminales y así optimizar las defensas de sus clientes-,  afirma que los hacktivistas no tienen un gran impacto en la política global, y hacen reaccionar a los gobiernos, pero solo en el corto e inmediato plazo: “Son leyendas en sus propias mentes; en unos meses la prensa, y por lo tanto el público, los habrá olvidado.”
Aún es difícil enjuiciar a los activistas debido a los problemas de jurisdicción, al tratarse de intervenciones por Internet e internacionales. El Gerente de Investigación de ESET Smart Security, Federico Pacheco, afirma: “El nuevo escenario de ciberactivismo demuestra el límite de acción de las actuales medidas de seguridad, y será necesario en un futuro generar más acuerdos regionales para cubrir esos baches.” Lejos de considerar al hacktivismo un delito, Jonsdottir asegura que los defensores de la libertad de información son la voz y el poder en acción de las personas cansadas de la censura, y profesa: “La gente que detenta el poder debe saber que el siglo XXI será el de la gente común.”

Por Maximiliano Vilca

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